martes, 31 de julio de 2012

LAS AMENAZAS REALES DEL MEDIO AMBIENTE EN AMÉRICA LATINA (segunda parte)



Hace algún tiempo circula en Youtube un video (“lo que el gobierno colombiano no quiere que veamos”: http://www.youtube.com/watch?v=lZAwxA0RzLE ) con datos alarmantes al respecto de la explotación minera en Colombia y lo que ello representa para el ecosistema. Se dice, por ejemplo, que la explotación de mega minería de oro en alta montaña requiere para la obtención de 1 gramo de oro, mil litros de agua por segundo, que es la misma cantidad de agua que necesita, por día, una población de 600 mil habitantes. Además los tóxicos que se expelen gracias a la explotación minera, contaminan considerablemente las fuentes de agua que abastecen acueductos y riegos agrícolas. 

Aquí cobran vigencia las palabras del informe del PNUMA: “Es necesario utilizar el agua de manera más eficiente. El 92 por ciento de la huella hídrica mundial total guarda relación con la agricultura. La eficiencia del riego y la reutilización del agua podrían mejorar en alrededor de un tercio, sencillamente aplicando la tecnología disponible. Asimismo, la prevención y reducción de la contaminación de las aguas, tanto de fuentes localizadas como difusas, también son medidas fundamentales para mejorar la disponibilidad de agua para usos múltiples. A pesar de los importantes avances conseguidos en la gestión integrada del agua en los últimos 20 años, la presión cada vez mayor en el suministro y la utilización del agua debe compensarse con una aceleración de las mejoras en la gobernanza a todos los niveles.” (GEO5)

 

La minería de oro utiliza elementos tóxicos de altísimo peligro para la vida [humana y del ecosistema], como mercurio, cianuro y, además, libera arsénico. El mercurio -según palabras de los actores del video- produce envenenamiento y causa malformaciones genéticas irreversibles en nuestros niños. Y el informe del PNUMA recalca: “algunos productos químicos representan riesgos para el medio ambiente y la salud humana debido a sus propiedades peligrosas intrínsecas. Es probable que los efectos negativos sobre la salud humana y el medio ambiente, y en consecuencia el costo de la inacción, sean sustanciales…” (GEO5).

La minería contamina el aire y esteriliza los suelos y, por si fuera poco, los impuestos que paga la minería son irrisorios  y con las regalías que aportan los mineros no se logra cubrir los daños ambientales y sociales que ocasiona la explotación minera.

Ahora bien, la minería es apenas una gota del gran torrente de esperpentos del capitalismo, representado en las multinacionales y la industria “geo-política”. Otro ejemplo lo representa “el proyecto hidroeléctrico El Quimbo”, con el que “El Gobierno del presidente Santos se ubicó así en la banda de las empresas inversionistas, que son Emgesa —filial de Endesa, a su vez asociada a Enel, la más grande compañía eléctrica italiana— y la Empresa de Energía de Bogotá.” Y para el cual se ha tenido que desplazar de manera forzosa a la población de esta zona del departamento del Huila y desviar el río Magdalena para construir el eje de presa. Tenemos además otro ejemplo de capitalización de la tierra, como causa real del deterioro del medio ambiente en el proyecto para construir un hotel de máximo lujo en el Parque Nacional Natural Tayrona, que promete arrasar con la biodiversidad  y reservas forestales que abriga el emblemático parque. ¡Y estos son sólo ejemplos desde Colombia!

Un panorama más general, latinoamericano, lo podemos encontrar en los agrocombustibles que, hoy por hoy, son la causa principal del ecocidio. Latinoamérica se ha convertido en el mercado más apetecido para la industria de los agribusiness. Según Carlos Eloy Balmaceda Espinosa, “la idea de los adeptos de los agrocombustibles, es que si en el Norte no localizan extensiones suficientes, las buscan en el Sur. Es en Latinoamérica, Asia y África donde todavía existen tierras aptas disponibles para el cultivo, o ecosistemas naturales  (como la selva de la Amazonía), que serán destruidos, para dedicarlos a la producción de combustibles. En América Latina crece el 25% de los bosques del planeta, esta región posee el 40% de las especies animales y vegetales del mundo. Sus principales consecuencias serán la intensificación  de los perjuicios ambientales  que genera el monocultivo y agudización de los problemas sociales.”

Uno de los principales objetivos de los agrocombustibles, es reemplazar el petróleo como fuente de energía, dado el agotamiento de las reservas de este mineral fósil, por consumo irresponsable. Los Estados Unidos -véase el documental “HOME”- fueron los primeros en descubrir, explotar y utilizar la nueva y prodigiosa potencia del oro negro y su producción domina el mundo. En Estados Unidos Sólo quedan tres millones de granjeros, sólo su producción de cereales podría alimentar a dos mil millones de personas, pero aquí como en todos los países industrializados, esta producción se transforma primordialmente en comida para animales y en agrocombustibles. Ningún manantial escapa de esta agricultura que acapara el 70% del agua que consume toda la humanidad. La extensión de las superficies cultivadas y los monocultivos atraen a una fauna de parásitos aún mayor, los pesticidas, otro regalo de la petroquímica, los extermina. Y la mayor parte de estos productos tóxicos se esparcen en el aire, en los suelos, sobre las plantas; en los animales; en los cursos del agua y en los océanos.

La producción de agrocombustibles requiere gran cantidad de tierras, en la que se puedan cultivar los cereales y demás productos destinados a esta industria, lo que implica que se tenga que deforestar selvas, deteriorando así el ecosistema; se liberan grandes cantidades de gases de efecto invernadero al remover los suelos para hacerlos aptos para la siembra, lo que a su vez implica una gran producción de CO2, etc.

Así pues, no se le puede echar la culpa al aumento de la población del deterioro del ecosistema América Latina. O por lo menos no se le puede tachar de ser uno de los principales responsables, dejando de lado, los responsables reales. Ahora bien, también se culpa al aumento del consumo y en esto puedo estar de acuerdo, siempre y cuando no se responsabilice de ello sólo a los países en desarrollo o emergentes, como también se le llama a los países latinoamericanos. Por ejemplo, en Latinoamérica se produce agrocombustibles, pero es justo para remediar o cubrir las necesidades de los países del Norte, necesidades producto de su consumismo irresponsable. “Donde los gigantescos  anuncios y carteles luminosos o las oficinas de los rascacielos vacías que permanecen con las luces encendidas día y noche; son ejemplos de este dispendio” (Candemartori). En cuanto al transporte, el consumo de hidrocarburos en automóviles individuales sobrepasa con creces el transporte colectivo. Cerca de 800 millones de automóviles circulan hoy en el mundo. Estados Unidos consume 20, 9 millones de barriles de petróleo por día cuando su capacidad de producción no es mayor que 5 millones diarios, por lo que tiene una total dependencia de las importaciones de crudo y derivados. Es por ello que centra sus esperanzas en la producción de etanol con el fin de continuar perpetuando su poder económico y militar, más que combatir la destrucción ambiental.

Es cierto que “Latinoamérica necesita doblar esfuerzos para preservar su riqueza ambiental”, según dice Elespectador.com, pero que se haga tratando las razones de fondo y no las epidérmicas. Tiene que dejar de ser una constante el maquillaje y la manipulación de la información, y el servilismo al gran capital promoviendo ideas que sólo le beneficien a la industria y al poder corporativo multinacional.

Mario Domínguez
Fuente: La Jornada
17 de julio de 2012

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