jueves, 17 de noviembre de 2011

ENSEÑAR A APRENDER


 “El proyecto mismo de la filosofía no puede desligarse de la cuestión pedagógica”
Fernando Savater


He aquí uno de los deberes de la educación: “mantener abierta la marcha del discurso” (Cfr., Gadamer: 2004,193) y es aquí donde la filosofía cumple su papel pedagógico. La pedagogía trata de las relaciones entre la enseñanza y el aprendizaje. La enseñanza es un proceso según el cual se transmiten conocimientos y el aprendizaje es el proceso según el cual se recibe el conocimiento que se está transmitiendo. Así la “enseñanza-aprendizaje” es un proceso de transmisión y asimilación de conocimientos. El maestro enseña, el estudiante aprende. Así funciona la educación: hay uno que domina un saber y lo transmite y otro que carece de ese saber y lo recibe de quien lo conoce. Este modelo pedagógico es filosóficamente estéril, no hay discurso, no hay dinamismo, el saber se anquilosa, no hay investigación, no hay diálogo, no hay nada. Así pues, lo importante no es transmitir un conocimiento, lo realmente “importante es enseñar a aprender” (F. Savater, 1997, 50).

“El profesor de bachillerato no puede nunca olvidar que su obligación es mostrar en cada asignatura un panorama general y un método de trabajo a personas que en su mayoría no volverán a interesarse profesionalmente por esos temas. No sólo ha de limitarse a informar de los hechos y las teorías esenciales, sino que también tiene que intentar apuntar los caminos metodológicos por los que se llegó a ellos y pueden ser prolongados fructuosamente. Informar de lo ya conseguido, enseñar como puede conseguirse más: ambas tareas son imprescindibles, porque no puede haber ‘creadores’ sin noticias de lo fundamental que les precede –todo conocimiento es transmisión de una tradición intelectual- ni sirve de nada memorizar formulas o nombres a quien carece de guía para la indagación personal” (F. Savater, ibíd. 125).

El profesor pone las bases y propende por que el estudiante construya. Sostenemos que sólo enseñando a prender se mantiene abierta la marcha del discurso. El maestro ha de ser modelo, ha de ser ejemplo para el estudiante. Se hace fácil cuando de impartir una cátedra en un aula académica se trata, el seguir los módulos, más aún si estos vienen con talleres que permiten mantener al estudiante ocupado, por eso no es extraño encontrar que en una escuela el profesor de ingles sea a su vez el profesor de ética y el profesor de educación física sea el profesor de filosofía: no se necesita dominar un saber, se necesitan módulos que lo contengan.

Sólo enseña a aprender aquél que está en constante aprendizaje. Es decir, el profesor debe asumirse como un eterno estudiante, maestro de esto es el filósofo de Envigado Fernando González, quien se reconoce como tal en su “Don Mirócletes”. Un profesor no debe conformarse con el conocimiento que pueda tener sobre alguna materia específica, sino que debe dinamizar su saber, renovarlo mediante la investigación.

El profesor según nos enseña Savater debe “estimular a que los demás hagan hallazgos, no pavonearse de los que él ha realizado” (ibíd., 124), “pero sobre todo el profesor tiene que fomentar las pasiones intelectuales, porque son lo contrario de la apatía esterilizadora que se refugia en la rutina y que es lo más opuesto que existe a la cultura” (ibíd., 125).


Bibliografía

Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método II, Sígueme, Salamanca, 2004.
Savater, Fernando, El valor de educar, Ariel, Barcelona, 1997.

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