jueves, 9 de agosto de 2012

Colombia: La vaca muerta del gringo

“Acaban de aprobar el tratado comercial
con Estados Unidos;  no hay Soberanía.”
Fernando González

En  Colombia no hay dignidad nacional, esta ha quedado, como un artículo cualquiera que se comercializa, al libre juego de la oferta y la demanda. Ha entrado en vigencia el tratado comercial con Estados Unidos; no hay Soberanía. Colombia es ahora una parcela más de los Estados unidos, de quienes gustan porque hablan inglés y porque tienen dinero para comprar la Soberanía.

Hasta el año pasado (2011), las fechas conmemorativas del 20 de julio y 7 de agosto, fechas independentistas, fueron fechas festivas; ya no lo pueden ser más, pues  lo que se conmemoraba se ha perdido: la independencia, la soberanía, la libertad.

A los colombianos no les gusta la libertad, es gente que, como decía Kant, “a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena, permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía”. Cabe entonces referirnos en adelante, al “animal colombiano”, aunque en un sentido muy distinto al de “hombre lampiño” que refería Fernando González. El animal colombiano es ahora, el hombre cobarde, que vende su esfuerzo, que se vende y por tanto carece de dignidad.

Que dignidad queda luego de vender a su madre, su tierra. Estanos viviendo un periodo involutivo donde el colombiano ya no puede caminar erguido, en el que tiene que bajar la frente y hasta doblar las rodillas ante las exigencias del gringo.

Somos un país sin memoria y por tal condenados a replicar un funesto pasado en el que nos iniciaron Holaya Herrera   (1933 -1935) y Alfonso López Pumarejo -este último que se extendió por catorce años- (1935-1949) y del que nos libró (en 1949) Mariano Ospina Pérez. En 1936 Fernando González Ochoa decía: “los yanquis controlan nuestra industria cafetera; somos país monocultor y controlado por ajena voluntad; ellos son los compradores del café nuestro. Durante las cosechas, el grano nada vale, y apenas lo han recogido por medio de sus agentes, el precio mejora. El país está a merced de ese comprador; nos domina por medio del café: amenazas de impuesto a la importación del grano a Estados Unidos, etc. Así, los yanquis nos tienen cogidos y hacen con nosotros lo que se les antoja.

Bien se dice que un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla y aquí estamos, como vaca muerta poseída por el gringo. Como la puta que hizo famosa la Cumbre de las Américas gracias a su amor por el billete verde.

Muchos le echan la culpa al presidente Santos, que la tiene, es el gran traidor de la patria. Pero no es el único. La culpa es de quienes le eligieron, no por elegirlo, sino por no hacerle ver, que fueron quienes lo eligieron y por tal debe velar por su bienestar, y, cuando no, exigírselo. Revelarse en contra de las malas administraciones de su poder, a fin de cuentas se dice que Colombia es un país democrático y en una democracia el poder radica en el pueblo. ¡La democracia colombiana es para gente cobarde!

La democracia colombiana da tristeza, no es más que un artilugio político para dominar a un pueblo que se vende por un cubo de caldo maggi. ¡Pueblo es mucho decir! Pues, un pueblo es aquel que lucha por el bien de su gente, de todos.

El presidente Santos ha firmado el tratado comercial con Estados Unidos; ha vendido la soberanía nacional. Con esto Colombia ha vuelto a la época de la colonia, ya no española, gracias al Libertador Bolívar y los cientos de negros, campesinos, mestizos, criollos que lucharon hasta llegar al glorioso 7 de agosto; sino gringa, gracias al presidente Santos.

Mario Domínguez
La Jornada, Morelos
7 de agosto de 2012

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